Estoy poco en casa, apenas un rato cada dos o tres días. La hospitalización de mi madre me mantiene apartada de mis cosas, de mi hija, de este refugio, incluso en muchas ocasiones de mí misma. Como contrapartida, paso muchos momentos con mi padre, con mis hermanas, seres queridos y entrañables a los que en condiciones normales puedo estar semanas y semanas sin ver en persona. Incluso con M., la cuidadora principal de mi madre desde que ella pasó a ser dependiente después de sufrir el ictus, hace ya un año y medio. Ella ha llegado a convertirse en una pieza más -la única imprescindible- en la compleja maquinaria que desde entonces rige de una manera casi perfecta su vida diaria. M. es de esa increíble raza de personas que se crecen con las dificultades, que busca (y encuentra) soluciones, que mantiene y contagia la serenidad cuando más se está necesitando. Y que siempre, incluso en los momentos más solitarios, acompaña sin agobiar, en un segundo plano que no interfiere en la intimidad aunque sin dejar de estar presente del todo. Es una presencia que a todas nos infunde tranquilidad. Y calma en el centro del caos. A la que debemos, incluso, esa unidad que en algunas ocasiones de crisis pudo verse comprometida. Y agradecimiento. Por encima de todo, agradecimiento.
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2 comentarios:
Complicados momentos. Mucho ánimo.
Me paso cada día y veo que sigues ausente. Así que me conformo con mandarte un beso enorme y un abrazo de abrigo.
:-* :-)
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