Un aula pequeña, poco equipada y mal ventilada. Un profesor sin muchas ganas aunque con bastantes ideas. Verborrea para esconder que no imaginaba que alguien (yo) iba a asistir a su clase, por lo que no se había preparado absolutamente nada. Saltar de un tema a otro aunque, eso sí, todo relacionado con la asignatura. Compromiso de que el próximo jueves, que me ha emplazado para la tutoría junto con los alumnos de Políticas, se lo habrá tomado un poco más en serio.
Ese podría ser el resumen de mi primera experiencia universitaria después de más de veinte años. Y no, no fue exactamente como me imaginaba, pero estoy casi convencida de que irá mejorando. Mientras tanto, yo sigo a lo mío, intentando estudiar -aunque he de reconocer que me está costando muchísimo- al menos un par de horas diarias. En las que me esfuerzo en concentrarme a pesar de que no siempre lo consigo. Y, como a todo procuro encontrarle ventajas, más que en el semi fracaso de no conseguir esa concentración tan necesaria para ir fijando conceptos, valoro el triunfo de no estar reconcomiéndome con otros temas que acabarían por sorberme las pocas neuronas sanas de las que a mi edad se suele disponer. Porque eso ya lo he convertido en una gran victoria.
2 comentarios:
Mi más rendida admiración. Volver a las aulas después de tantos años es síntoma de energía, afán de superación, aspiraciones, entrega... Adelante, que del estudio siempre sacarás algo positivo. Y al profe ponle firme, que a los chavales los podrá engañar, pero tú exígele que cumpla, que a ti no te engaña.
La curiosidad por saber, por aprender es lo último que se debería perder, aunque la vida se encarga de poner zancadillas para en la caída nos olvidemos de la curiosidad.
Saludos cordiales
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