miércoles, 22 de octubre de 2008

Melancolía sangrante.


El estado físico de mi madre va mejorando poco a poco. También el anímico, cosa que me alegra más que ninguna otra. El mío, por el contrario, parece estar ahora mismo en decadencia.

Después de tantos y tantos meses inmersa en un proceso de rupturas constantes, es en estos días cuando empiezo a sentirme un poco huérfana. Y no de afectos, que los vengo conservando y acrecentando según va pasando el tiempo y se van sumando nuevos miembros a mi no demasiado larga lista de amistades -aún siendo virtuales- sino de mí misma. Porque me da la sensación de que no estoy siendo honesta conmigo, que me voy alejando del claro propósito que me había marcado, que me estoy abandonando a la nostalgia y a la melancolía típicas de un corazón roto, que puede conducirme sin remedio a la falsa ilusión de un enfermizo enamoramiento sin ningún sentido ni futuro. Han sido demasiadas conversaciones sobre esos únicos tema y personaje, demasiadas lamentaciones por los últimos acontecimientos, demasiados recuerdos sacados a flote desde la parte más oscura de mi personal infierno. En ciertos momentos incluso se podría dudar de mi cordura. Así lo ha hecho meri en un par de ocasiones, en el transcurso de alguna de nuestras largas tardes de sofá, confidencias, palomitas y lágrimas. Ambas estamos ahora abriendo los ojos a nuestras propias experiencias personales, que habíamos mantenido en un secreto que, pudiendo parecer incomprensible, se había convertido en nuestra única arma de superación de las diferentes crisis por las que hemos ido pasando, juntas o por separado.

Por fortuna creo que hemos llegado a tiempo para no permitir que la situación, ahora que al parecer somos capaces de verbalizar y compartir nuestros sentimientos -las más de las veces encontrados- nos acabara distanciando. Aunque no puedo dejar de reconocer que el haber tenido que asumir el papel de defensora de una causa en la que no creo ha mermado mi objetividad y mareado mis sentidos, hasta el punto de no poder distinguir con claridad cuál es mi verdadera posición y si no me estaré imaginando esa melancolía que ya me está sangrando.

5 comentarios:

servidora dijo...

Me gusta tu niña... ¿ya te lo había dicho, verdad? Y tú también me gustas :-)

Y me gusta que os gustéis. A veces pienso en mi propia niña y me asusta pensar en esa barrera de "pudor" que nos puede separar. Intento que no se llegue a levantar, pero... buf, ¿quién tiene la receta? :-)

CarmenS dijo...

Si meri te puede ayudar, lo hará. Pero tú tienes que permitírselo.
Celebro que tu madre mejore, y espero que tú también vayas subiendo a flote

Anónimo dijo...

Pues no es por joder con lo de la melancolía, pero cambian la hora este fin de semana con lo que la cosa se va a poner todavía más chunga.

mjromero dijo...

¿Por qué tendremos que hacernos siempre tantas preguntas? ¿Por qué desgarrarnos tanto buscando y buceando?
Sentir no es malo, aunque sea dolor lo que se sienta, aunque quisiéramos no sentirlo nunca...
Un beso para las dos.

Anónimo dijo...

Ánimo, memoria. Lo importante es ser fieles a uno mismo. Lo que pasa es que a veces no tenemos muy claro dónde estamos ni quiénes somos.

Un abrazo fuerte de otra que también está un poco depresiva