Mi vecina del piso de arriba parece haberse vuelto loca. Desde hace unas noches nos castiga, hasta altas horas de la madrugada, con una canción a un volumen tan alto que debe poder oírse en toda la manzana. Siempre la misma, una y otra vez repetida como un mantra en la oscuridad y el silencio de las horas nocturnas, que suelen considerarse de sueño y descanso. Lo malo es que esa repetición, esa machaconería obsesiva, me recuerda tanto otra situación vivida hace unos diez años que me ha obligado a recuperar este título que hubiese preferido no tener que confesar, ni en público ni en privado. Porque, a mi pesar, aunque a estas alturas debería estar si no olvidado, al menos archivado, esto no se ha acabado.
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3 comentarios:
Querida Memoria.
Seguramente lo único que pasa es que te estés dando cuenta de que quinientas noches no son nada para olvidar. Qué digo olvidar, ¡ojalá fueran suficientes para archivar!
Pero todo pasa. Ya verás que sí.
Un beso. Cal.
PD. Tu mami mejor, ¿no?
quinientas noches no son nada comparadas con las de toda la vida.
Y lo peor es que decimos quinientas noches y nos parecen muchas...
No son tantas.
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