sábado, 18 de abril de 2009

Uno más.


La tarde de un viernes del pasado año me decidí a abrir esta ventana y dejar las luces encendidas a merced de tu mirada.

El cansancio, la inestabilidad y el temor a las malas interpretaciones -que venía arrastrando de un blog anterior que mantuve contra viento y marea durante cuatro años- no eran los mejores compañeros de viaje y aún así me pudo la satisfacción que, por otro lado, sentía cada vez que encendía el portátil y aparecía en mi pantalla aquella página tan repleta de mí misma y de todos aquellos que durante el tiempo que duró la aventura estuvieron a mi lado.

Empecé numerando las entradas porque, aunque tenía la sensación de que iba a ser efímero, me reté a escribir al menos cien de ellas, y a diario. Hoy, justo un año después, esto es más puerta que ventana porque entre todos hemos ido ampliando el espacio.

miércoles, 15 de abril de 2009

Desolación solitaria.


Las de ayer fueron unas interminables horas de lágrimas. Intenté concentrarme en sus risas pero ni con esas encontré la manera de ahuyentar el llanto. Fue un día de silencio sólo roto con canciones que ella misma había elegido. De añoranzas individuales preñadas de recuerdos colectivos. De desolación solitaria aunque de tristeza compartida. La desazón magnifica el duelo.

martes, 14 de abril de 2009

Més lluny, hem d'anar més lluny.


Apenas arrancó el autobús entró un sms en mi teléfono móvil. Glo sabía la hora de salida y era detallista, muy detallista.

Tengo por costumbre borrar los sms al poco rato de haberlos leído o enviado. Éste todavía está guardado en la memoria, a pesar de los dos meses largos que han transcurrido desde el día que nos despedimos después de una breve visita de (re)conocimiento. Hoy se lo devuelvo, porque ella era tan pilla, tan espabilada, tan lista, tan inteligente y, sobre todo, tan buena gente, que seguro que en ese más lejos hacia el que se encaminó anoche encuentra algún resquicio donde poder recibirlo.

"Més lluny, hem d'anar més lluny. Buen viaje, reina, y gracias."

lunes, 13 de abril de 2009

Rutinizando.


Lunes festivo de nubes y claros. Segundo día de pascua que se celebra como el primero, saliendo a comer en grupo a algún lugar en el que ya antes alguien ha pensado.

Mientras observo el movimiento en la calle desde la atalaya de mi balcón repaso las plantas, que al contrario de lo que deberían estar haciendo en estas fechas, van perdiendo las flores por cuya distinción y colorido fueron compradas y trasplantadas -en días grises- a las jardineras colgantes. Y pienso que ya es hora de que vuelva a sumergirme por completo en la rutina, de ir adelantando tareas que desde hace tiempo siguen estando pendientes, que cambie la idea de precariedad y provisionalidad que los últimos días me ha mantenido en compás de espera, porque ya necesito de nuevo centrarme. Cuidar las plantas, sí, pero también prestar atención a meri, al trabajo en la oficina, que estas pasadas semanas tan cuesta arriba se me ha hecho todas las mañanas, al estudio, a los amigos, a mí misma... ya hace días que debería "estar" de nuevo en casa, con todo lo que esas sencillas palabras en el fondo significan. Me he movido mucho, he hecho y deshecho maletas en diferentes ciudades a las que he viajado por distintos motivos, he modificado mi régimen de comidas, de horas de sueño, de tiempo de ocio. Pero ahora ya creo que tengo por delante una larga temporada de calma, de quietud, de vuelta a lo acostumbrado, eso que tanto molesta cuando lo sientes como obligado y que tanto se añora cuando crees que, de alguna manera, lo estás perdiendo. Mañana empiezo.

domingo, 12 de abril de 2009

Familiar, amable, suyo.


Hay un perro. En alguna de las viviendas de uno de los edificios cercanos hay un perro. No le veo pero le oigo. Desde esta mañana temprano. Ese perro que pronto se quedará sin voz o sin aliento y yo debemos ser los únicos que en este día de pascua nos hemos quedado en casa. Aunque al perro más bien lo han dejado. Porque la tradición hoy es salir. A la playa, a la montaña, al campo. Reunirse con los amigos a pasar el día aire libre o al calor del fuego entre las paredes de alguna de esas casitas en la periferia a las que estamos tan apegados.

Esta mañana me han despertado los ladridos angustiosos del perro. A lo largo del día ha ido cambiando tanto el tono como la intensidad. Aunque sin parar del todo. Ahora mismo son de irritación, de enfado, de abandono. Los perros no saben que los humanos acabamos volviendo. Y haciéndonos perdonar con una simple caricia, una palabra, un gesto de cariño. Yo tenía sueño. Lo sigo teniendo. Me dormí tarde anoche, pensando en meri, en el hueco que ella no ocupaba en la cama que compartimos. La llamé a última hora de la tarde, cuando volví a casa, por si se conectaba y podíamos charlar un rato en el messenger. Hasta las doce pasadas no coincidimos. Pero mereció la pena porque nos reímos, a carcajadas. Carcajadas on line que resonaron en la noche, cruzando la ciudad de parte a parte. Como lo hacemos en nuestros momentos de complicidad, de bromas compartidas, de silencios y miradas que las dos tan bien comprendemos. Ella está en la casa en la que vive exposo, en la que le es cedida a regañadientes una habitación cuando se cumple el régimen de visitas, que cada vez es menos. Yo noté que había estado aquí, en casa, en mi ausencia, en el mismo momento en que crucé el umbral cargada con la pequeña maleta que me había llevado. Se lo comenté y me dijo que sí, que había necesitado escaparse un rato y qué mejor que pasarlo aquí, donde todo le resulta familiar, amable, suyo.

sábado, 11 de abril de 2009

Ausencias. (5)


"Siguiendo el precepto de la sabiduría trascendental, movió siete veces la lengua dentro de la boca antes de hablar. A continuación no hizo más que un discurso de agradecimiento."

Joseph Conrad. El duelo.