Bloguear desde la oficina no es sencillo. No sólo porque los pecés son compartidos y a duras penas si se pueden borrar todas las huellas, sino tanto más porque el teclado del que me pilla más cercano -el que suelo usar a diario- es antiguo, duro y lento, con lo que va frenando tanto lo que escribo como lo que al mismo tiempo pienso.
Esta tarde es de las de recuperación. Recuperación del tiempo que no puedo dedicarle a la empresa en horario de mañanas porque he de atender a asuntos para mí mucho más importantes que el fichaje en hora. Y no me apetece absolutamente nada ponerme a trabajar en los asuntos que me he dejado pendientes porque de ellos mejor me ocupo mañana con la mente más despejada. Estando sola aquí pocas opciones me quedan, ya que se me ha olvidado en casa el manual de Historia con el que pensaba ayudarme a pasar la tarde mientras me preparaba el tema para la clase de mañana. Internet, además, va tan rápido ahora que nadie más está conectado que es una lástima desperdiciar la ocasión, así que a esto me voy a dedicar las dos horas largas que he de permanecer aquí encerrada mientras contemplo el atardecer -soleado aunque con esporádicos episodios de lluvia- que queda del otro lado de la ventana, abierta a pesar del frío porque hoy he decidido romper con todas las normas establecidas y sacar el paquete de tabaco, dispuesta a fumarme más de uno.
Buscando una imagen para ilustrar y pensando en la lluvia, he recordado la movida de esta mañana y que tengo un par de fotos en el móvil, que no han resultado premiadas en el concurso 'a ver quién consigue la imagen más patética' que se ha organizado aquí esta mañana, al poco de que estuviéramos cada uno más o menos ubicado en nuestro sitio. Y, dispuesta a contar la historia pues tiempo es lo que hoy me sobra, otra asociación de ideas me ha llevado a la petite, a lo que me maravillo con cada una de sus crónicas de oficina, tan gráficas y bien narradas que más que leer parece que se escuchan. Y en la cantidad de anécdotas y tristezas que cada uno de nosotros guarda de todos esos días, horas y minutos que pasamos trabajando (la mayoría de las veces mal remunerados) y que en tan pocas ocasiones encuentran interlocutor para ser contadas.
4 comentarios:
Sí que es tonto estar ahí en la oficina gastando tu tiempo cuando porque no has cubierto horario... al menos, si estás sola puedes hacer con ese tiempo lo que, más o menos, te apetezca. A mí en el trabajo, con sus ratos muerto, me cuesta conectarme porque no estoy en mi ambiente cómodo, íntimo. Además, siempre hay alguien oliendote el cogote, por curiosidad o malevolencia. El próximo día no olvides el libro.
A mí también me encantan las crónicas de la petite... Y las tuyas. Porque cuentas y a la vez dejas abierta la puerta para que se te lea más allá. Pero eso ya lo sabes.
Muchos besos.
Acabo de dejar un comentario y debido a un error se ha perdido :(
Te decía que entraba por aquí para ver cómo estabas y me ha soprendido ver mi nombre. Es agradable saber que se me lee, pero el saberlo, o el que se me nombre, me produce vergüenza. Es verdad que cuando empezamos a escribir un blog, nos gusta que nos lean. Pero con el tiempo acuden más personas, y nos sentimos más cohibidos, y las palabras salen con más dificultad.
Me alegro de que te hayan gustado las cónicas sobre la oficina. Es un intento de "reír para no llorar", algo que me está tocando hacer más a menudo últimamente. Espero que esas horas perdidas en la oficina se te pasen pronto. Yo tamibén só lo que es ese tiempo muerto en el que no hay nada que hacer, o no se tiene la cabeza para ello, y hay que aguantar mecha hasta que llega la hora. Yo también escribía y leía.
Mucho ánimo desde aquí, e intenta no desperdiciar esas preciosas horas. Que la vida es sólo una, y el tiempo pasa tan rápido que da vértigo. Sé que es fácil de decir pero difícil de hacer.
Un beso y cuida esa cabecita (otra cosa difícil de hacer y fácil de decir).
Me encanta leerte.
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