Anoche, cuando volvíamos de disfrutar una estupenda navidad en familia, la temperatura era tan agradable y el cielo lucía tan despejado y estrellado que me hice la ilusión de que hoy tendríamos un magnífico segundo día. Aunque tuviese que levantarme temprano porque fuese tan laborable como cualquier otro viernes del calendario. Sabía por experiencia que el ambiente de oficina sería resacoso en todos los aspectos y que podría escaparme temprano para salir a comer con meri, ya que por tradición aquí todavía lo medio celebramos. Pues no podía estar más equivocada. Después de una noche lluviosa, otro día gris y frío en el que lo único que apetece es hacerse un rebujito, bien tapadita con la manta, con el radiador encendido desde que nos hemos sentado a comer (en casa, un caldito y unas sobras de fiambres) y ponerse manos a la obra con los libros nuevos que han llegado envueltos de regalo.
Unas cuantas velas encendidas y el sillón al ladito de la cristalera de la terracita para no perderse nada de lo que pasa en la calle. El portátil encendido porque hay que ponerse al día después de esta pequeña etapa de desconexión voluntaria. Lectura de correos atrasados a los que hay que dedicar más cariño que tiempo para responder en los próximos días. Recuento de nuevos amigos que me pregunto a través de qué intrincados vericuetos han llegado hasta aquí y han tomado asiento para quedarse un tiempo. Así que al fin la lluvia, que esta mañana tanta rabia me ha dado, ha venido a salvarme la tarde de este segundo día que, al fin y aunque no como tenía previsto, he celebrado.
Unas cuantas velas encendidas y el sillón al ladito de la cristalera de la terracita para no perderse nada de lo que pasa en la calle. El portátil encendido porque hay que ponerse al día después de esta pequeña etapa de desconexión voluntaria. Lectura de correos atrasados a los que hay que dedicar más cariño que tiempo para responder en los próximos días. Recuento de nuevos amigos que me pregunto a través de qué intrincados vericuetos han llegado hasta aquí y han tomado asiento para quedarse un tiempo. Así que al fin la lluvia, que esta mañana tanta rabia me ha dado, ha venido a salvarme la tarde de este segundo día que, al fin y aunque no como tenía previsto, he celebrado.
3 comentarios:
Iba a decirte que qué buen plan, que ojalá que yo...
Cuando he caído en la cuenta de que Sara nos ha dejado su casa para que estemos allí mientras ella pasa tres semanas en Chile. Ahí, en esa enorme y bonita casa, voy a hacer exactamente lo mismo que tú.
Un beso.
Emana tranquilidad, satisfacción esta entrada. Agradezcamos a la lluvia los buenos ratos que nos brinda sin proponérselo
Estoy de acuerdo con Cecilia,esta entrada da mucho gusto leerla;es muy cálida.
Da gusto quedarse,vamos...
Un abrazo y plácidos días,amiga.
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