martes, 22 de abril de 2008

Cinco.

Poema a la gloria de los destellos. Joan Miró.

Saltaban chispas. Literalmente.

Esta mañana la oficina estaba cargada de electricidad estática. O dinámica, porque la corriente de malas vibraciones iba creciendo por minutos, por instantes, por milésimas de segundo. Faltaba personal, pero eso no es algo nuevo cuando llegan estas fechas, así que, de un año para otro, alguien debía tenerlo previsto. Y sobraba trabajo, lo que tampoco es extraño a finales de abril. Subía el tono de las voces, se amplificaba el ruido de las impresoras, se recalentaba la única fotocopiadora que quedaba funcionando, resonaba el timbre de los teléfonos, como un eco de despacho en despacho.

El contacto físico, el simple roce, suponía hoy poner en peligro la integridad de cualquiera porque los calambres estaban a flor de piel. Corriente eléctrica era lo que se iba pasando de cuerpo a cuerpo a poco cerca que te pusieras de quienes se iban alterando.

Yo estaba de guardia, sustituyendo a dos ausentes en uno de los espacios más concurridos y polémicos. La calma en el centro de la tempestad. Un poco cansada porque ayer estuve liada hasta muy tarde, dejando listo el trabajo que durante la mañana se había ido retrasando. Me lo han dicho varias veces. Que mi serenidad en medio del caos se agradece en días como éstos. Y yo no me reconozco. Porque, aunque seria en el trabajo lo he sido siempre, respetando y guardando las distancias, jamás consideré que pudiera llegar a construirme un oasis al que alguien pudiera venir a refugiarse.

Hoy he visto que sí, y me ha ganado, si no el cariño, al menos la confianza de gran parte de las personas que en algún momento se han acercado a respirar mi calma. Ohmmmmmmm...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo ya lo sabía. No me cabía ni la más mínima duda de que seguro que irradias serenidad. Así que no es extraño que te mantengas en mitad del caos así.
Muchísimos besos