Así como para desarrollar cualquier actividad productiva son necesarios unos requisitos mínimos de comodidad y calidad, también lo son para mí en el acto de sentarme a escribir y leer en la red. Una herramienta adecuada, una máquina potente, una buena conexión y, lo más importante, un asiento cómodo.
Una de las desventajas de vivir en un piso alquilado con sus propios muebles es que normalmente no encuentras esos que tú misma habrías comprado, por diseño, por funcionalidad o simplemente por tu propia comodidad. Así, aquí sólo había sillas, un poco viejas y deterioradas, a las que el cuerpo, por muchos días que pasaran, no llegaba a acostumbrarse. Entre las cosas que dejé atrás estaba mi sillón de trabajo. Una sencilla silla de madera y lona, de esas que llaman "de director", gastada por muchos años de uso, en la que podía pasar horas sin que se resintiera ninguna de mis articulaciones.
Una de las ventajas de tener una hija que -dejando de lado algunas veces su propio ombliguismo- advierte ciertas limitaciones e incomodidades es que, dentro de su capacidad, intenta mejorar la situación utilizando para ello no sólo su imaginación sino también sus propios recursos. Hace unos días me dijo que tenía un regalo para mí y que no sabía si podría esperar al día de la madre para hacérmelo llegar. Cuando ayer decidió que este fin de semana también quería pasarlo en casa de su padre, me advirtió para que no saliese de casa hoy por la mañana. Y aquí estaba yo en pijama cuando ha sonado el timbre. Me traían ese regalo misterioso que todavía me tiene pensando cómo ha conseguido.
Este es el aspecto que tiene ahora mi rincón de ocio con mi nuevo sillón de trabajo.
Una de las desventajas de vivir en un piso alquilado con sus propios muebles es que normalmente no encuentras esos que tú misma habrías comprado, por diseño, por funcionalidad o simplemente por tu propia comodidad. Así, aquí sólo había sillas, un poco viejas y deterioradas, a las que el cuerpo, por muchos días que pasaran, no llegaba a acostumbrarse. Entre las cosas que dejé atrás estaba mi sillón de trabajo. Una sencilla silla de madera y lona, de esas que llaman "de director", gastada por muchos años de uso, en la que podía pasar horas sin que se resintiera ninguna de mis articulaciones.
Una de las ventajas de tener una hija que -dejando de lado algunas veces su propio ombliguismo- advierte ciertas limitaciones e incomodidades es que, dentro de su capacidad, intenta mejorar la situación utilizando para ello no sólo su imaginación sino también sus propios recursos. Hace unos días me dijo que tenía un regalo para mí y que no sabía si podría esperar al día de la madre para hacérmelo llegar. Cuando ayer decidió que este fin de semana también quería pasarlo en casa de su padre, me advirtió para que no saliese de casa hoy por la mañana. Y aquí estaba yo en pijama cuando ha sonado el timbre. Me traían ese regalo misterioso que todavía me tiene pensando cómo ha conseguido.
Este es el aspecto que tiene ahora mi rincón de ocio con mi nuevo sillón de trabajo.
3 comentarios:
Si has decidido utilizar la escritura como bálsamo en los momentos bajos, como ventana a la que asomarate en momentos en que necesitas comunicación, bien está que el entorno y los instrumentos sean adecuados, propicios.
Escribir es un desahogo, una terapia, una manera de evadirse de uno mismo o, visto de otra forma, de contemplarse a sí mismo desde fuera. Eso ayuda a veces a ser un pelín objetivo con uno mismo y, a lo mejor, también ayuda a sobreponerse a las circunstancias.
Qué bien. Los niños a veces dan unas alegrías absolutamente inesperadas.
La silla es muy bonita y seguro que con la energía positiva de haber sido elegida con cariño para sorprenderte, te hará disfrutar de muy buenos momentos.
Buen fin de semana, querida Memoria
Te lo he dicho varias veces: me gusta tu niña :-)
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