lunes, 21 de abril de 2008

Cuatro.


Anoche me desvelé. La luz de la luna llena se filtraba por las rendijas de la persiana que no llegué a cerrar del todo mientras yo, dando vueltas a un lado y otro de la cama, pensaba. Pensaba en las cosas que, excitada como siempre, me contó meri a la vuelta de su fin de semana paternal.

Mucho más tarde me dormí y soñé que cenaba con las pepas. Y debe ser porque, después de casi un año, me apetece mucho verlas. De vez en cuando meri me da noticias suyas, aunque no coincide a menudo con ellas. Me cuenta que parece como si algunos miembros del grupo, debido a las circunstancias, se les hubieran distanciado, porque ya no los invitan a las comidas y reuniones como solían hacerlo. También que aún así, se interesan por mí y me envían saludos cada vez que se encuentran con ella.

Creo que son las únicas personas de mi vida anterior con las que estaría encantada de seguir en contacto, y quizá el sueño me lleve a llamarlas, a invitarlas a casa, aunque no sea a cenar. Aunque ¿por qué no? A base de comidas sencillas para dos estoy perdiendo la práctica de los menús especiales y complicados, así que puede que incluso sea una buena idea. Verán mi pequeño y acogedor piso, que todavía no conocen, charlaremos, nos reiremos, fumaremos, beberemos y comeremos como en los viejos tiempos. Definitivamente, sí, ha sido un buen sueño que me va a llevar a un deseado reencuentro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo creo que es una muy buena idea. Ha pasado el tiempo suficiente para que encares las relaciones de otra manera, y para que te vean, también a ti, de otra manera. Recupera esos encuentros. Haz una cena fantástica. Ríe. Ríe mucho, memoria, que en la risa está la curación...