domingo, 27 de abril de 2008

Diez.


"Entre Edward y Florence nada había sido apresurado. Los avances importantes, los permisos tácitamente otorgados para ampliar lo que se consentía ver o acariciar fueron una conquista gradual. El día de octubre en que él vio por primera vez sus pechos desnudos precedió con mucha antelación al día en que pudo tocarlos: el 19 de diciembre. Los besó en febrero, aunque no los pezones, que rozó con los labios una vez, en mayo. Ella se permitió explorar el cuerpo de Edward con una cautela aún mayor. Los movimientos súbitos o las sugerencias radicales por parte de él podían deshacer meses de buen trabajo. La noche en el cine en que vieron Un sabor a miel y en que él le tomó la mano y se la hundió entre las piernas, las de Edward, retrasó unas semanas el proceso. Ella se volvió no gélida o ni siquiera fría -no era su estilo- sino imperceptiblemente lejana, quizá decepcionada o hasta ligeramente traicionada. Se distanció de él sin inocularle dudas sobre el amor que ella le profesaba. Finalmente se reanudó el proceso: un sábado por la tarde de finales de marzo en que estaban solos y caía una lluvia pertinaz al otro lado de las ventanas del cuarto de estar desordenado de la minúscula casa de los padres de Edward, en las Chiltern Hills, ella posó la mano brevemente en, o cerca de, su pene. Durante menos de quince segundos, con una esperanza y un deleite crecientes, él la percibió a través de dos capas de tela. En cuanto ella retiró la mano, él supo que no aguantaba más. Le pidió que se casara con él."

Ian McEwan. Chesil Beach.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay dios.
Ríete tú de lo de "no hacerlo en la primera cita".
Yo no sé si al deseo se le puede domesticar de ese modo y durante tanto tiempo. Pero resulta verdaderamente sugerente.
Hala. Otro libro pa la lista, y mi ritmo de lectura, ni te cuento...
Feliz domingo, bonita.

Arcángel Mirón dijo...

Es excelente.