domingo, 20 de abril de 2008

Tres.


Algunos domingos amanezco antes de que la ciudad se acabe de despertar. Me gusta madrugar los días de fiesta porque tengo todo el espacio para mí sola. Me encanta tomar el café en la pequeña terraza sin echar en falta el movimiento callejero de los días laborables. A veces me digo a mí misma que ese es mi momento zen de la semana. Cuando no hay prisas, cuando apenas hay sonidos, cuando están a punto de apagarse las farolas, cuando la luz del sol se adivina detrás de la bruma, aunque todavía no tiene la fuerza suficiente para traspasar las nubes con las que se encuentra casi cada mañana al empezar su recorrido.

En esos minutos solitarios aspiro el aroma del mar, que llega sin encontrar obstáculos, y oigo muy nítidamente el piar de los pájaros que pernoctan en las palmeras del paseo. Después, me abandono en el sofá y dejo pasar las primeras horas del domingo siendo consciente tan sólo de mi propio cuerpo tendido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La mañana del domingo es mi momento favorito de la semana, principalmente cuando la casa es silencio y en la calle se cruzan los pasos de los primeros madrugadores que salen a pasear por el Muro y los que vuelven medio haciendo eses... Hay un silencio tan fantástico...

Arcángel Mirón dijo...

Este texto transmite mucha paz. Hacés bien en buscar y encontrar momentos y lugares para vos misma, en silencio.

Un abrazo.