lunes, 28 de julio de 2008

Ochenta y uno.


Estoy aprendiendo (a estas alturas y no demasiado bien, diría mi hija) a buscar música en la red. No ya para bajarla a mi portátil -cosa que muchas veces no consigo- sino más para escucharla en el momento cuando, por ejemplo, espero que se conecte meri al messenger y así poder charlar un rato con ella ahora que estamos viviendo en casas diferentes, mientras esperamos que acabe este larguísimo mes de julio. Y me resulta casi tan extraño que me envuelva el sonido desde la pantalla como lo fue en un principio utilizar el ordenador para algo más que editar textos en la oficina (esto también habrá que achacarlo a la edad, supongo).

Si bien soy consciente de que no he llegado demasiado tarde a engancharme a esto de las nuevas tecnologías, sé que todavía soy incapaz de sacarle todo el provecho a lo que puede dar de sí internet en cuestiones tanto de información como de ocio. Aunque algunas veces pienso que no es incapacidad, sino desinterés. Y tampoco exactamente. Porque, no teniendo acceso a los circuitos culturales de las grandes ciudades, debería aprovechar al máximo la oportunidad de tener tan a mano todos los periódicos, la mayoría de las películas, las series de culto que ni siquiera conozco, cantidades inimaginables de libros, los blogs sin los que me cuesta empezar el día, todos los amigos de todas las ciudades, de todos los continentes. Pero, pero, pero...

¿Realmente se le pueden poner peros a todas esas cosas que, bien administradas, podrían llegar a ser consideradas algo así como la octava maravilla? Seguro que cada persona, en cada momento, tiene su propia respuesta. La mía ahora, incluso hoy, que he hablado por primera vez en directo con Ella, es que le falta todavía mucho para ser emocionante. Tanto como lo pueda ser el contacto con un disco de vinilo, las manchas negras en los dedos después de leer un periódico, el aroma de un libro recién estrenado, la tenue oscuridad de un cine o el sonido de una voz con todos sus matices.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hablar en directo, aunque sea del modo en que se puede hacer en la red, es muy emocionante.
Yo, que ya sabes que soy una apóstol de todo esto, sólo le encuentro ventajas.Lo único que sucede es que a veces te produce una cierta angustia no poder abarcarlo todo. Pero no es muy distinta a la que te produce entrar en una librería y desear fervientemente llevarte todos los libros...

violetazul dijo...

Para mí, en su momento supuso casi un corcho al que asirme en medio de un ambiente anticultural total.. En la red tenía, y tengo acceso a todo lo que quiero ver, escuchar, leer, o simplemente curiosear, y me pasa como a BrujaRoja, a veces me produce angustia no poder abarcarlo todo..
Besos

CarmenS dijo...

Sin que nuestra vida dependa de ella ni nuestro bienestar pleno, sí que le podemos sacar ventajas a estas tecnologías que no nos pillan demasiado tarde, no. Nos pillan a tiempo para sacarles partido sin dejarnos embaucar, para aprovecharlas sin esclavizarnos, para usarlas sin que nos sean vitales para sobrevivir.
Yo he encontrado gente estupenda en la red, y eso lo agradezco a la tecnología