lunes, 11 de agosto de 2008

Noventa y tres.

La imagen la he encontrado aquí.

Cuando, de vuelta de la estancia del mes de julio en el pueblo, meri me contó que exposo hacía meses que tenía compañía (una novia, quise yo que aceptara, porque según en qué temas detesto los eufemismos) lo hizo con lágrimas y risas nerviosas al mismo tiempo. Se me demudó de tal manera el semblante que, por no preocuparla, intenté explicarle que -aunque lo esperaba como algo que tenía la certeza que no tardaría en ocurrir y lo comprendía porque nada teníamos que ver uno con el otro- no podía dejar de dolerme profundamente y presumía que me costaría mucho tiempo aceptarlo y asumirlo. Ya que, como ella bien sabía, nuestra separación no fue fruto por mi parte tanto del desamor como de la indiferencia, el desprecio y, de alguna manera, la crueldad, con que él venía tratándonos desde al menos dos años antes de nuestra salida de casa.

Por no seguir llamándola novia y porque yo me negaba a lo de compañía, me vi obligada a interesarme, lo primero, por su nombre. Después, casi sin quererlo, se fue ampliando esa especie de interrogatorio que ella necesitaba para seguir dándome datos y yo para ponerle carne humana a aquella figura que en ningún momento quería representarme como fantasmal y, mucho menos, espiritual.

Después de varios días viviendo casi sin vivir coronados por varias noches durmiendo sin dormir, parece que se me va despejando el ánimo. Así que quizá haya llegado el momento de irlo anotando en este diario.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ponerle nombre, imagen, rostro a lo que tememos, a lo que nos hace algún daño, es el primer paso para que no nos dé miedo ni nos hiera.
Ya estás mejor. Se nota. Y de aquí en adelante, solo cabe ir mejorando...
Besos

mjromero dijo...

Te descubrí en los retales de brujaroja, suelo entrar a leerte porque me gusta lo que dices y cómo lo expresas.
Hoy no puedo pasar de largo, hay piedras en el zapato...y no dejan caminar con paso ligero, con cierto garbo y hacen ir con cierto encogimiento..., esas piedras hay que cogerlas con cuidado y dejarlas fuera, ir dejándolas atrás...,
hay, en cambio, otras piedras, preciosas que nos acompañarán siempre, no se trata de sustituir sino de que aquellas molestas no impidan la acogida a lo precioso que tiene la vida.
Por lo que he leído tienes mucha fuerza y una hija que aún dará más fuerza...
Un beso.

neoGurb dijo...

Las comparaciones son odiosas, y lo malo de estas cosas es que somos nosotros quienes establecemos esas comparaciones con la otra, a quien en principio no podemos dejar de ver como una rival. Y en este caso, lo difícil es no verse como derrotada, aunque la contraria no tenga nada que ver en ese combate que -tal vez- sólo se libra en nuestra imaginación.

Ufff... Besos, que seguro te hacen falta.

CarmenS dijo...

Ojalá pronto te sea totalmente indiferente lo que le ocurra a ese señor. Que se porte bien con meri y que a ti no te afecte nada de él.

violetazul dijo...

Hacerla persona, y luego decirlo en voz alta, de forma que uno se oiga, o en este caso escribirlo, de forma que uno se lea, es el paso definitivo a la aceptación que luego dará la indiferencia, que es lo que en este momento se persigue...
Estar en el camino adecuado, aunque al principio duela un poquito, da la serenidad y el valor suficiente para seguir andando.. A mí me ayuda, aunque duela..
Besos y pa'lante!

Anónimo dijo...

Ánimo. Sé que esas cosas duelen porque viví algo parecido en casa. El irlo aceptando es un paso para dejarlo atrás y que deje de afectar en tu vida.

Un abrazo

dudo dijo...

Qué valiente, y qué bien hecho. Así se hace, con un par. Muchísimo ánimo...