martes, 5 de agosto de 2008

Ochenta y nueve.


Todo empezó en un guión. La noche antes de su boda la protagonista está leyéndole en voz alta, recostada en la cama con él, un libro bellamente encuadernado que recopila cartas de amor de grandes hombres (a sus no menos grandes mujeres). El éxito de la película es tal que miles de mujeres se lanzan a las librerías en busca de tan maravilloso referente y ¡oh sorpresa! el libro no existe. Hasta que una editora espabilada tuvo la gran idea de inventárselo y, por supuesto, publicarlo. Al parecer no le resultó complicado encontrarlas, porque todas ellas debían estar bien guardadas, correctamente archivadas.

La primera vez que intenté borrar un correo de mi cuenta de gmail saltaron todas las alarmas, incluida la regañina personalizada de la máquina porque consideraba que me ofrecía el espacio suficiente como para no tener que borrar nada. Una tórrida tarde de verano, sin ganas de hacer absolutamente nada, jugando con el portátil -encendido para poder escuchar música- volví a hacerlo, intentar borrar una carpeta determinada de mi bandeja de entrada. Y de nuevo sonaron las alarmas. Ni me inmuté, quería deshacerme de ellas así que insistí hasta comprobar que desaparecían para siempre. Pero me olvidé de los duendes. Esta debía estar mal archivada, entre otras que no significaban nada. Y ahora ya no sé qué hacer con ella.

'¿Qué nos pasa por las mañanas? ¿Se pierde la magia en unas horas de sueño reparador? ¿Acaso esas son las horas que aprovechan nuestros viejos fantasmas para visitarnos, y tardamos demasiado en desprendernos de su influencia? Yo he de decirte que no es así desde mi lado de la cama. Las pesadillas hace muchas noches que dejaron de visitarme, ahora ya sólo sueño, como los bebés, con nubes de algodón que van cambiando de forma y de tamaño. Mis sueños son suaves, blandos, dulces, no así mis despertares, lo sabes, pero apenas dura unos minutos ese ceño fruncido, ese apagón de ojos... En cuanto soy consciente de que me espera (nos espera) otro maravilloso día de setiembre, juntos, los tres, desaparecen mis malos humores, mis temores, mis desesperanzas...

Todavía estamos verdes en esto de estar (de nuevo) enamorados. En cuanto maduremos es posible que las mañanas, los despertares, sean diferentes. ¿Volvemos a casarnos? Ayer me sonreí cuando lo comentaste. Tú no pudiste ver mi cara. Pero es que yo también lo había pensado, hace unos días... No cambiemos. Ahora no. Te quiero, te quiero, te quiero.
'

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya.
A veces pienso que las palabras escritas deberían autodestruirse cuando dejan de ser verdad, pero por otro lado, sé que nos arrepentiríamos tiempo después, cuando ya no importe la vigencia o no de los sentimientos, y sólo nos sirva de algo la constatación de que alguna vez algo existió. Y que ya no duele.
Todos los besos, memoria

dudo dijo...

Eso es nuestra historia: la de las verdades y la de las mentiras, la que fue, y la que nos hubiera gustado que fuese... palabras, palabras...

CarmenS dijo...

Es como las fotos: te muestran imágenes que ya no existen, pero un día sí, un día fueron realidad. No sé si es bueno conservarlas o sería mejor tirarlo todo, lo que ya no es cierto, para no tener que añorar lo perdido.
No lo sé.

violetazul dijo...

Al leerte me he acordado de aquella canción de Serrat... uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia....
Sería una buenísima idea lo que propone BrujaRoja, y la autodestrucción de las palabras dichas o escritas sería una prueba indiscutible para saber cuándo han perdido su real valor, así como toda su fuerza.
Un abrazo muy fuerte!

horabaixa dijo...

Hola Memoria,

Creo que la mayoria de las personas, tenemos unas historias de amor tremendas, solo que no son "famosas"

Me ha gustado mucho tu escrito.

Borrar un contacto del msn o de gmail a veces supone un duro golpe. O tener que aceptar que todo acabó