En tan solo un instante pasas la mayoría de las noches de estar despierta y consciente a caer rendida en el sueño más profundo. Antes de eso, en los minutos previos de duermevela, ya con todos los rituales cumplidos y apretando mucho los ojos como si con ese gesto se pudiera atrapar con más rapidez y efectividad la inconsciencia, escuchas dentro de tu propia cabeza, con una machacona repetición, gran parte de esas cosas de las que no has querido ni hablar a lo largo de todo el -interminable casi- día. Es entonces cuando crees encontrar respuestas a las preguntas, incluso a las que no han sido formuladas. Cuando atrapas las soluciones para los problemas planteados. Cuando te inventas una vida mejor y se te ocurren las mejores ideas para tus escritos.
Pero no quieres detenerte en esas ensoñaciones -todavía despierta, aún en el mundo de los vivos a pesar de que te habías propuesto dormirte mucho más temprano- porque has puesto el despertador y sabes que todos los minutos que pierdas son ya irrecuperables. Te engañas a ti misma intentando autoconvencerte de que al cabo de unas pocas horas, cuando de nuevo hayas de ponerte en marcha, lo verás todo -ya con los ojos abiertos y mientras desayunas o te duchas- con la misma claridad con que en esos momentos se te representa. Y volverás a estar equivocada.
Ocupas todo el día en hacer que la rueda siga girando sin haber sido capaz de recordar ni una sola de esas palabras, de esas ocurrentes respuestas, de esas magníficas soluciones, de esas ideales invenciones, de esas brillantes ideas. Y con la cosquilleante sensación de que hay algo que te estás perdiendo.
Pero no quieres detenerte en esas ensoñaciones -todavía despierta, aún en el mundo de los vivos a pesar de que te habías propuesto dormirte mucho más temprano- porque has puesto el despertador y sabes que todos los minutos que pierdas son ya irrecuperables. Te engañas a ti misma intentando autoconvencerte de que al cabo de unas pocas horas, cuando de nuevo hayas de ponerte en marcha, lo verás todo -ya con los ojos abiertos y mientras desayunas o te duchas- con la misma claridad con que en esos momentos se te representa. Y volverás a estar equivocada.
Ocupas todo el día en hacer que la rueda siga girando sin haber sido capaz de recordar ni una sola de esas palabras, de esas ocurrentes respuestas, de esas magníficas soluciones, de esas ideales invenciones, de esas brillantes ideas. Y con la cosquilleante sensación de que hay algo que te estás perdiendo.
1 comentario:
Si pudiéramos desnudarnos de ideas, quitarnos las malas ideas cuando vamos a meternos en la cama igual que nos quitamos las ropas, si pudiéramos borrar todo lo negativo de la cabeza... Quizás deberíamos aprender técnicas de relajación que sirvieran para, al menos, descansar durante unas horas.
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