domingo, 16 de noviembre de 2008

Poesía pastel.


Mis lecturas se nutren desde hace unas semanas básicamente de manuales de sociología e historia, por obligación y con el añadido de tener que retener y memorizar, con el esfuerzo que tal tarea supone cuando la mente ya está desacostumbrada. Por otro lado, he recuperado sencillas obras de principios básicos de filosofía -que voy leyendo sin orden ni concierto- por pura necesidad de encontrar, aunque ni siquiera sepa lo que estoy buscando. Y, para complicar más el panorama, me dio hace unos días por buscar entre las estanterías de la biblioteca pública algo que llamara mi atención en su reducida sección de poesía. Que al fin está siendo lo que más me está costando.

No me recuerdo lectora de poesía, creo que jamás he sabido entender su espíritu, que se me hurta su significado. Intento encontrar una explicación al desasosiego que me invade cuando, al no comprender el sentimiento, intento hacer una lectura literal de las palabras que mis ojos van encontrando, ordenadas según unas reglas diferentes, y que presumo con un doble (incluso triple) sentido, que me resulta imposible desentrañar. El empeño en acomodarme a su lectura es puramente egoísta, en un irracional afán por asumir como mías esas emociones que deben transmitir los poemas y que, en el culmen de la absurdidad, desearía, al no ser capaz de reflejar, al menos imitar.

Llevo un par de días haciendo ejercicios de composición. Los resultados hasta ahora son pobres y desiguales. Aunque creo que me están sirviendo para deshacerme de un tremendo complejo que me atenazaba: el de creer que el romanticismo pica y que la sensibilidad sólo se puede expresar con palabras almibaradas escritas en algún tono pastel.

6 comentarios:

CarmenS dijo...

Escribir poesía puede ser un desahogo tremendo para aliviar sentimientos e, incluso, una manera de entenderlos tú misma. A ti, que las letras se te dan bien, te podría venir bien llevar siempre encima un boli y una libreta, o un folio, para ir apuntando sensaciones.

servidora dijo...

Me cuesta leer poesía y ni me atrevo a escribirla... pero recuerdo a Millás en una conferencia reconociendo que era un poeta frustrado (que lo intentó muy en serio de joven) y que creía que no hay ejercicio que pueda superar al intento de rimar y de contar sílabas y de mantener un ritmo a la hora de aprender a conocer bien el idioma... ¡Ánimo! :-)

Isabel dijo...

El poeta ¿nace o se hace,amiga?Yo creo que ambas cosas; y siempre se puede intentar,aunque no sea perfecta es tu obra y tu sentimiento,sólo por eso ya merece la pena.Y si después superas el miedo escénico la compartes con nosotros,que seguro la apreciamos.
¡Con lo bien que escribes,mujer...!
Un besazo.:-)

Anónimo dijo...

Por favor, déjalo:
el mundo ya está lleno
   de poetas.
Tenemos demasiados
escribanos imberbes
que llenan sus cuadernos de poemas,
que los hacen rebosar por las ventanas,
y nos pegan los pies
con la melaza
de
su
melancolía

mjromero dijo...

Lee la poesía como algo tuyo, como si fuera dirigida a ti o tú misma la hubieras escrito... no le busques ningún sentido, sólo léela, si te dice algo bien y si no cambia de libro, no busque ni rebusques detrás de las palabras.
No te disfraces, estoy de acuerdo con yabu, simplemente escribe... siendo tú misma.

Vete a mi ciudad y pincha entre los links que tengo
A media voz
y lee a Vilariño,
te dejo aquí el enlace, lee YA NO, es el último poema de vilariño en esa página, creo que te gustará.
http://amediavoz.com/vilarino.htm

buenas noches y un beso.

mjromero dijo...

YA NO

Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.

Idea Vilariño