En cuanto llegué supe que no me quedaría. Cuando las cosas están funcionando correctamente lo mejor es dejarlas como están, no añadir ningún elemento nuevo que pueda desestabilizarlas. Hablé del asunto largamente con mi hermana por teléfono y ella fue de la misma opinión. Mejor no moverlo, dejarlo reposar, no intervenir, no inmiscuirse en la tranquilidad del ambiente. Estar al tanto pero a distancia, ahora que ya se volvía a dormir toda la noche, que habían desparecido los dolores intensos, que se recuperaba la rutina de los días anteriores a la última crisis.
Estuve casi todo el sábado con ellos, aunque apenas les vi porque pasan muchas horas descansando en la cama, como es natural, como les pide el cuerpo, sin tener que estar pendientes de horarios, de que alguien les espere levantados para preguntar cómo han dormido, porque ellos llevan su propio ritmo que no conviene interrumpir. Tuve la ocasión de conocer a la nueva mujer que les cuida por la tarde, que es la caña, que les está aportando una inyección de optimismo minuto a minuto, que los malcría como a niños pequeños, que no descuida ni un momento la atención, que ríe y contagia vitalidad, que derrocha energía, que cuenta y no acaba, pero que también escucha con calma, con la parsimonia del que no conoce todavía la historia.
Así las cosas, y sin que estuviera previsto, ayer -sola en casa- me gané un día de reflexión.
Estuve casi todo el sábado con ellos, aunque apenas les vi porque pasan muchas horas descansando en la cama, como es natural, como les pide el cuerpo, sin tener que estar pendientes de horarios, de que alguien les espere levantados para preguntar cómo han dormido, porque ellos llevan su propio ritmo que no conviene interrumpir. Tuve la ocasión de conocer a la nueva mujer que les cuida por la tarde, que es la caña, que les está aportando una inyección de optimismo minuto a minuto, que los malcría como a niños pequeños, que no descuida ni un momento la atención, que ríe y contagia vitalidad, que derrocha energía, que cuenta y no acaba, pero que también escucha con calma, con la parsimonia del que no conoce todavía la historia.
Así las cosas, y sin que estuviera previsto, ayer -sola en casa- me gané un día de reflexión.
4 comentarios:
Y la tranquilidad de que ellos están en buenas manos, vigilados y con alguna sonrisa provocada. Ellos también quieren que se respeten su ritmo y sus costumbres, no alterarlos porque a otros no les parecen correctos. Y los que consiguen mantenerlos, están mejor que los que se sienten agobiados por los que les aconsejan o les ordenan que hagan esto u omitan lo otro "por su bien".
Por cierto, tú también estás a punto de entrar en la centena. ¡Un hito!
Qué alivio, que todo esté normal, en estos casos lo mejor es un como siempre, que la vida vaya imponiendo sus propios ritmos, descanso, no malgastar energías innecesarias...
y los momentos de reflexión, por otro lado, nunca vienen mal...,
Bien, bien.
Que a veces parece que hay que estar físicamente tooodo el rato, y no hace falta. Basta con estar disponible para echar una mano. Me alegro de que la cuidadora sea maja, a mí me costó un huevo dar con alguien decente para mi abuela...
Hola Memoria,
Me gustó tu escrito. Ayuda realmente a reflexionar.
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