viernes, 2 de mayo de 2008

Quince.

Cocina. Francisco Mallo.

Tengo por delante un fin de semana en el que lo más conveniente será quedarse en casa. Cuando he salido a media mañana de la oficina para pasar por el banco y tomarme un café no he podido hacer ni una cosa ni la otra. Había cola de gente hasta en el cajero, y mi media hora de descanso no está hecha para pasarla en una de ellas. Se nota el puente porque las calles están llenas de gente que pasea, que se detiene en los escaparates, que llena las cafeterías que suelen permanecer solitarias, que se sabe a distancia que presume porque no tiene prisa.

Aunque sé que también en el supermercado habré de pasar más tiempo del que normalmente tardo en hacer la compra, llevo un rato preparando una lista con todos los artículos que voy a necesitar para mantenerme a cubierto entre las cuatro paredes del pequeño piso. Voy a cocinar.

En la cocina me gusta hacer prácticamente de todo, aunque no dejo de reconocer que resulta aburrido el día a día, con sus espaguetis y sus arroces, sus hamburguesas y sus huevos fritos con patatas, sus verduras y filetes a la plancha... Aprovechando que, como cada principio de mes, tengo el congelador vacío, aprovecharé la oportunidad que me brinda el estar sola y no tener horarios y que con la colonización de la ciudad por parte de los madrileños no me seduce salir para nada, y me dedicaré a volver a llenarlo. Voy a hacer purés y salsas, fondos de guisos y sopas, cebollas caramelizadas, carpaccios de bacalao y ternera, masas para panes y pizzas... dios... se me hace la boca agua...

2 comentarios:

violetazul dijo...

mmmm.... hasta a mí se me hace la boca agua al pensarlo, sobre todo porque aunque me encanta cocinar, mi nevera siempre anda llorando porque no suelo llenarla..
cebollas caramelizadas! qué antojo!
besos

CarmenS dijo...

¡Estos madrileños! Siempre deseando tener fiesta para irse a otra parte, a levante sobre todo a tomar el sol. Lo malo es que llenan tanto los pueblos y las ciudades ajenas, que acaban convirtiéndolos en reflejo de la ciudad de la que huyen.
Una madrileña