lunes, 5 de mayo de 2008

Dieciocho.

Clara enfadada. Autorretrato. Clara Fernández Ortiz.

El de ayer no fue un buen día. Lo pasé completamente sola y lamentándome cuando mi deseo hubiera sido estar con meri o con mi madre. Las circunstancias hicieron que, pendiente de una y de la otra -de si ella decidía venir o, de no hacerlo, me desplazaba yo a casa de mis padres- se me pasara el día entero pendiente del teléfono. Y eso, unido a todo un cúmulo de otras historias que se fueron entrecruzando, me puso de muy mal humor. Que estalló en toda su desmesura cuando, ya tarde, llegó a casa con la excitación que suele traer a la vuelta del pueblo y la mitad de tareas escolares sin hacer. Grité. Como hacía tiempo que no me oía.

Algunas veces, sin motivo aparente, me invaden los recuerdos y me veo atrapada sin remedio entre sentimientos contrapuestos. En esas ocasiones me desequilibro y me desplazo a una velocidad vertiginosa entre la alegría y la tristeza, la euforia y el desánimo, la serenidad y la furia, la valentía y la cobardía... y me cuesta precisar en cuál de esas sensaciones es en la que más a gusto me encuentro.

Hace unos días una de las mujeres me recomendó unas sesiones de terapia. Estuve después hablando, de una manera informal y a distancia, con una psicóloga amiga que ha seguido la evolución de divorcios como el mío y también me anima a hacerlo. Yo no lo sé, pero en situaciones como las de ayer, que afortunadamente no ocurren con mucha frecuencia, daría un mundo por comprender qué me está pasando. Y por canalizar la energía en una dirección completamente opuesta a la que me llevó a gritar de esa manera.

He de reconocer, por otro lado, que soy muy afortunada. Después de enviarla a la cama con una sonora bronca, sin rencores y como si nada hubiera ocurrido, me llamó dulcemente para reclamar su rutina de buenas noches. Luego, se durmió con una sonrisa y hoy estaba ya todo olvidado. Por su parte. A mí todavía me reconcome la sensación de fracaso.

4 comentarios:

CarmenS dijo...

Quizás entienda que todas, absolutamente todas,tenemos momentos de descontrol que, afortunadamente, son pasajeros. Hablando con ella averigurás lo que piensa.
No creo que exista una persona que nunca se deje llevar por un ramalazo. Y si lo hace, si no descarga nunca, igual le sale la ira o la turbación por otra parte.

servidora dijo...

Bueno, tal y como yo lo veo, ya está hecho. Puedes gastar energías en reconcomerte o ahorrarlas para procurar no pegar grito en la próxima. Yo voto por la segunda y tu chica parece que también.

:-)

¡Ah! Y eso sí... cuando te mande una señal, me reenvías este consejo ¿okeis? ;-) ... que yo me conozco a una con una "cosa reconcomiente del evento" en cuanto se emociona que también... :-/

Vamos, que... en fin :-) :-*

violetazul dijo...

Reconozco de lejos ese cúmulo de sensaciones, imposibles de definir por la poca durabilidad de las mismas.. Con divorcios de fondo, o con soledad, o con simple frustración..
He probado varías formas de desahogo, desde la bronca a la terapia, desde el baile al llanto.. luego me fui por el ejercicio físico, y comprobé que el kickboxing era perfecta para dejar salir toda la furia.. ahora estoy con el yoga, y no sé si será la meditación o que me hago mayor, pero todo me parece menos importante, y duermo muchíiisimo mejor, porque nada me reconcome
:-))
Besos!!

Anónimo dijo...

Hacer terapia, al menos una vez en la vida, viene de maravilla. Con el kickboxing yo no he probado, pero lo mismo funciona...
Y hay algo que aplaca mucho, aunque no te lo aconsejo: cuando tienes fatiga crónica, no te enfadas casi nunca: Sabes que la energía que gastas en un cabreo te cuesta un par de días de cama y de estar fatal.
Pero, claro. Mejor la terapia, ya te digo. O bailar, o el yoga, o saltar a la comba, o hacer tai chi...
:)
Lo mejor de todo es que estas cosas cuando hay el cariño que tenéis tú y meri, no dejan huella en la relación.
Besos