Las cosas se estropean de dos en dos y en días sucesivos, nunca de una en una y con descansos para ir haciéndose el ánimo de que las cosas están cambiando. No, no es una metáfora, aunque también podría serlo.
Ayer por la tarde, mientras tecleaba mis penas del domingo, mi portátil entró en coma profundo. Todavía no he podido despertarlo y ya me estoy planteando cambiarlo por un iMac ahora que he encontrado un rincón propio donde ponerlo. Después de una pequeña negociación conseguí que meri me prestara el suyo y, poco acostumbrada al sistema operativo, me costó un montón hacerme no sólo con los mandos sino también con la incomodidad de un teclado con diferencia mucho más grande y áspero que el del mac. Esta tarde, para acabar de sumirme en la depresión de los fallos continuados, la conexión a internet por cable ha petado y todavía no me creo haberla recuperado a esta hora de la noche, para poder acostarme con la tranquilidad de haber dejado aquí mi parte de diario. Recuperada con gran esfuerzo la rutina del ejercicio, hasta cierto punto liberador, estos primeros días me lo estoy tomando casi como un compromiso. En parte por necesidad y en otra por el puro placer de la comunicación y el desahogo.
Hablaba ayer de terapia y sé que la decisión está sólo en mis manos. Que me cuesta tomar no sólo por haber tenido hace unos años una experiencia similar que no me ayudó demasiado sino también porque en este ambiente, en esta ciudad, me va a resultar muy difícil encontrar algún profesional en la materia que no esté relacionado con mi exposo, con el handicap que eso pueda suponer en la relación, viciada ya con sólo pensarlo. La situación, si no mejorando, está cambiando, tanto porque me estoy liberando de mis propias limitaciones al poder volver a narrarlo como porque, para bien o para mal, el tiempo va pasando.
Ayer por la tarde, mientras tecleaba mis penas del domingo, mi portátil entró en coma profundo. Todavía no he podido despertarlo y ya me estoy planteando cambiarlo por un iMac ahora que he encontrado un rincón propio donde ponerlo. Después de una pequeña negociación conseguí que meri me prestara el suyo y, poco acostumbrada al sistema operativo, me costó un montón hacerme no sólo con los mandos sino también con la incomodidad de un teclado con diferencia mucho más grande y áspero que el del mac. Esta tarde, para acabar de sumirme en la depresión de los fallos continuados, la conexión a internet por cable ha petado y todavía no me creo haberla recuperado a esta hora de la noche, para poder acostarme con la tranquilidad de haber dejado aquí mi parte de diario. Recuperada con gran esfuerzo la rutina del ejercicio, hasta cierto punto liberador, estos primeros días me lo estoy tomando casi como un compromiso. En parte por necesidad y en otra por el puro placer de la comunicación y el desahogo.
Hablaba ayer de terapia y sé que la decisión está sólo en mis manos. Que me cuesta tomar no sólo por haber tenido hace unos años una experiencia similar que no me ayudó demasiado sino también porque en este ambiente, en esta ciudad, me va a resultar muy difícil encontrar algún profesional en la materia que no esté relacionado con mi exposo, con el handicap que eso pueda suponer en la relación, viciada ya con sólo pensarlo. La situación, si no mejorando, está cambiando, tanto porque me estoy liberando de mis propias limitaciones al poder volver a narrarlo como porque, para bien o para mal, el tiempo va pasando.
1 comentario:
Quizás sea una loteria. Que te toque un buen terapeuta es que te ha tocado premio. Como que te toque un buen médico. O un buen vecino de piso. Pero habrá que buscar.
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